Indice Anterior Siguiente
Correo Científico Médico de Holguín 2007;11(2)

 

Trabajo de revisión


Departamento de Salud Pública. Facultad de Ciencias Médicas “Mariana Grajales Coello”. Holguín.

 

Castigos, promesas, regaños, comparaciones y premios. ¿Son eficaces en la educación de los niños las niñas?

 

Punishments, promises, scoldings and others. Are they efficient on Children’s education?

 

María Antonieta Rodríguez Arce.

 

Psicóloga.

 

RESUMEN

 

La educación de los niños debe basarse en el amor, el respeto, la consistencia y consecuencia en la disciplina, la estimulación correcta del desarrollo en todos los sentidos y el establecimiento adecuado de normas de acuerdo con la edad del niño, sus posibilidades, características y las condiciones concretas de vida.

 

El castigo físico no es aconsejable por la agresividad que entraña y puede desencadenar. El regaño, el castigo, las promesas, los premios y otros, llamados métodos educativos deben utilizarse con cautela, sin abuso y llevarse a cabo en situaciones concretas de acuerdo con los resultados esperados bajo el acuerdo de los adultos responsables de la educación del niño.

 

Las comparaciones no son aconsejables porque pueden acarrear exigencias imposibles de cumplir, humillaciones e inadecuado manejo de la individualidad.

 

Palabras clave: educación / niño.

 

ABSTRACT

 

Children’s education should be based in love, respect, consistency and consequence on the discipline, the correct encouraging of the development in all its meanings, the proper establishment of rules according to the child’s age, his possibilities and characteristics and the real conditions of life.

 

Physical punishment is not advisable since it may involve and bring about aggressiveness. Scoldings, punishments, promises, prizes and others, which are called educative approaches, must be used carefully, without abuse and should be carried out in specific situations according to the results you might hope, and under the adult’s agreements that are in charge of the child’s education.

 

Comparisons are not advisable since they can arise to impossible demands to be accomplished as well as humiliations and inappropriate handling of individuality.

 

Key words: education/ child.

 

DESARROLLO

 

La educación de los niños y las niñas es un proceso complejo y generalmente, los padres no se preparan para llevarla a cabo. La manera de conducirla está más determinada por como fueron educados, por lo que oyen decir o ven hacer a los demás, por tradiciones, costumbres y hasta prejuicios.

 

La mayor parte de los padres desea que su hijo o hija en el futuro sea obediente, buen estudiante, respetuoso, comunicativo, en fin, sentirse orgullosos de él o ella. Sin embargo, cómo se prepararon y se informan para esto, cómo conducen el presente para llegar a ese futuro esperado.

 

Desgraciadamente, son muchos los que dirigen la educación por intuición y de acuerdo como se vayan presentando las situaciones.

 

Educar es un proceso responsable y complejo. Decidir tener un hijo no sólo entraña la satisfacción de ser padre o madre como un sueño humano. Decidir tener un hijo es todo un acto de autodeterminación que conlleva grandes satisfacciones, pero también grandes responsabilidades que hay que enfrentar de manera oportuna y adecuada.

 

Criar un hijo, no es educarlo. Cada pareja que determina tener un pequeño debe pensar en prepararlo para ser útil a la sociedad, en proporcionarle un modo de vida familiar  sano desde el punto de vista biológico, psicológico y social.

 

Muchos perciben la educación como crianza, que crezca, más por fuera que por dentro, es decir, se preocupan porque no le falte la alimentación, la ropa, los medicamentos, las condiciones indispensables para que sean “saludables”. ¿Y la salud mental?

 

Indiscutiblemente, los padres y el resto de los familiares deben prepararse con antelación para formarlo adecuadamente y no recurrir a métodos coercitivos que les permitan eliminar conductas incorrectas, que pudieron evitarse. Además, por desconocimiento, usan esos métodos, ante comportamientos propios de la edad que propician inseguridad, desconcierto, sumisión o rebeldía, entre otras características psicológicas no saludables.

 

Una persona sana es alegre, independiente, decidida, generosa, valiente, optimista, sociable, responsable, creativa, con riqueza de intereses, segura, capaz, persistente, enfrenta las situaciones con autodeterminación, es honesta, justa y otras características que le proporcionan tener proyectos de vida y luchar por alcanzarlos, para su realización personal y social.

 

Para lograr esto, es necesario que desde su nacimiento tenga mucho amor, respeto, estimulación, que los familiares se pongan de acuerdo en las normas, reglas y patrones que van a regir la educación, teniendo en cuenta a cada paso las características de su edad, su individualidad y no olvidar, que el amor y el respeto no sólo deben ser con él o ella, sino también, entre los miembros de la familia.

 

En otro tema expuse la malacrianza, sus causas y su manejo. Ahora, pretendo detenerme en aquellos métodos muy utilizados por los padres, familiares y educadores en general, que no siempre son necesarios y con frecuencia son mal usados. Recuerden que es mejor, más fácil y más saludable educar, que reeducar.

 

Trataré de abordar los llamados “métodos educativos”, sus características y cómo deben manejarse en caso necesario.

 

Antes de adentrarme en el tema deseo exponer una de las tantas situaciones familiares que he presenciado y me estimuló a escribir acerca del mismo.

 

Hace unos días llegué a un hogar donde iba a recibir un servicio. Entré, me ayudaron y me fui. No los conozco ni ellos saben quién soy. En el breve tiempo que estuve allí, observé un medio familiar normal, con un grado cultural medio, relaciones afectivas y varias generaciones en la casa. La situación fue la siguiente: un niño pequeño quería comer un dulce que estaban vendiendo en la calle, la madre le dijo que no porque iba a almorzar. El niño comenzó a llorar, la madre lo regañó en voz alta y agresiva. El niño lloró más fuerte, la madre le habló con más agresividad y le pegó “para que no llorara más”. El pequeño siguió llorando y entonces, la madre lo sentó de castigo. Siguió llorando por el dulce y aclamó por la abuela. Ésta salió de la cocina, levantó al niño del asiento, lo tomó de la mano y lo llevó a comprar el dulce mientras le decía “si te portas bien te compraré más dulces, tu hermanita (mayor que él) también quería y no lloró”. La madre no dijo nada y el pequeño volvió sonriendo con su golosina y otras para repartir.

 

¡Cuántos errores educativos cometidos en una situación tan simple y breve!

 

¿Fue necesario regañar, gritar, pegar, agredir de diferentes maneras, sentar al pequeño de castigo? ¿Fue correcta la actitud de la abuela? Con estas conductas de los adultos, qué pronóstico se podría dar acerca del comportamiento futuro del niño.

 

Esta situación desagradable para todos, especialmente, para el pequeño, se podía haber evitado si la madre con paciencia y respeto le hubiera explicado al niño que en esos momentos no debía comer un dulce porque iba a almorzar, que después se lo compraría y rápidamente, le buscara una actividad interesante para su edad y características. Con seguridad, el deseo de comer el dulce se hubiera olvidado o tal vez no, pero entonces, él seguiría llorando y la madre debía mantener la ecuanimidad, restando importancia a la situación, para así propiciar que aprendiera lo que significa “no”.

 

Indiscutiblemente, la abuela debió quedarse en su cocina y no contradecir la decisión de la madre.

 

Aprovecharé la situación para analizar paulatinamente “los métodos educativos” empleados en su orden de aparición.

 

El regaño. Es una conducta que pretende ser educativa. ¿Será lo mismo explicar que regañar? Regañar entraña juzgar, criticar, en fin, agredir. No sólo eso. El regaño se hace más agresivo cuando se acompaña con mayor o menor intensidad de palabras fuertes, intensas, altas, ofensivas y en ocasiones humillantes, pero además, con gestos y mímicas que refuerzan la agresividad.

 

Voy a detenerme más en esta “conducta educativa”. En la mayoría de los hogares no sólo se usa inadecuadamente, además, se abusa de él. Todos regañan, muchos lo hacen a la vez con sus puntos de vista, unos le pelean, otros lo apoyan y lo peor, con frecuencia es injustamente, por conductas propias de la edad o porque se imaginan que hará algo que ni se le había ocurrido y entonces, se lo sugieren y lo hace.

 

Que corra es normal; que tire la pelota en la sala, dónde lo va a hacer si no le prepararon un lugar para realizar sus actividades; si se sube en el asiento y lo ensucia, ve a los demás hacerlo y no pasa nada. Cuando se acostumbra al regaño llega el momento que no le da importancia y como decimos en nuestro medio “le entra por un oído y le sale por otro”.

 

Son muchas las recomendaciones que pudiera ofrecer para evitar los regaños, pero hay dos muy importantes: preparar con antelación el lugar que se destinará para sus actividades, sin peligros y con sus juguetes u objetos apropiados a su edad. Debo aclarar, que no es conveniente, si es pequeño, sobre todo, sacar todos los juguetes a la vez, pues se aburriría rápidamente de ellos. Es aconsejable sacar algunos, retirarlos, cuando ya no le interesen y proponer otros.

 

La segunda recomendación es que hay que enseñarle los límites, hasta dónde puede llegar y hacer. Por ejemplo: “Puedes jugar hasta aquí, para allá no puedes seguir porque…” y esto hay que hacerlo cumplir. Desgraciadamente, observo con frecuencia que llega a un lugar, nadie le dice qué puede hacer o no, hasta dónde puede ir (al parecer, los padres consideran que debe saberlo) y comienza a moverse a su antojo. ¿Qué sucede? Comienzan los regaños, las prohibiciones y con ellos, el llanto y la molestia de los padres, que multiplican las limitaciones y críticas para evitar que “les haga quedar mal”.

 

Veamos el castigo físico, es decir, golpear al niño de cualquier manera, más o menos intensa, agredirlo físicamente.

 

Hay quienes consideran que una “nalgada” a tiempo es favorable para hacerlo reaccionar. No soy partidaria de ninguna variante de castigo físico ni siquiera el que parezca más inofensivo. No sólo por el hecho en sí, que ya constituye una muestra de agresividad, sino que va acompañado de gritos, ofensas, gestos duros y desagradables. Más agresividad.

 

¿Será necesario agredir para que una persona reaccione o haga algo que deseamos? ¿Han reflexionado en lo inofensivo que es un/a niño y niña? ¿Han reflexionado acerca de los errores cotidianos que cometemos todos los seres humanos y no nos golpean por ello? ¿Han reflexionado acerca de cómo les gustaría que los demás manejaran una situación donde se han equivocado? ¿Cómo les gustaría que lo tratara su jefe, madre, padre, esposo, esposa, amigos y otros?

 

Un niño no es un adulto, es un ser humano en formación y para ello, en su proceso de socialización se va apropiando de la experiencia social, es decir, conocimientos, normas, reglas, patrones, costumbres, valores. No sabe qué debe o no debe hacer, qué esperan de su conducta, sólo con paciencia, amor, respeto y ejemplos adecuados podrá lograrlo. Son los adultos los responsables de ese largo e importante proceso. Si éste se lleva a cabo con agresividad aprenderá a ser agresivo/a o por el contrario, ante su impotencia, podrá ser sumiso. ¿Desean tener hijos agresivos o sumisos? Ninguna de estas maneras de actuar lo hará feliz y le provocará muchos problemas para acoplar en un grupo y ser aceptado por éste.

Recuerde, la regla de oro más importante en la comunicación es: no hagas a otro lo que no te gusta que te hagan a ti.

 

Como seres humanos, los adultos tienen preocupaciones, frustraciones, conflictos, cansancio, que les hace comportarse de forma brusca, impaciente, irritable y en muchas ocasiones, sin ser sus intenciones, descargan en ellos toda la carga emocional negativa. Los niños y niñas no tienen ninguna responsabilidad en ello y si no se comportan como se espera es porque no saben, están cansados, aburridos o simplemente, no se les ha enseñado adecuadamente.

 

Volvamos a la situación. Después, la madre utilizó el llamado castigo, es decir, limitar la actividad deseada del niño y que en nuestro medio consiste frecuentemente, en sentarlo por un tiempo, mandarlo a la cama, no dejarlo jugar, no dejarlo salir, no dejarlo jugar con sus iguales, y en los niños y niñas mayores, mandarlos a estudiar. Por suerte, ya en nuestra sociedad se han eliminado otras formas de castigo realmente crueles.

 

El castigo puede utilizarse, pero en casos extremos. Por desconocimiento, muchos padres abusan de él y lo usan inadecuadamente.

 

Siempre debe acudirse a la explicación paciente y respetuosa del por qué algo se prohíbe o no puede ser, y con rapidez, tratar de desviar su atención hacia alguna actividad que le resulte interesante.

 

En ocasiones, por diferentes razones el horario de vida se ha violado y tiene sueño, hambre, está aburrido o cansado y esto lo torna irritable, con tendencia a desobedecer. Los padres deben analizar previamente las causas de ese comportamiento y tomar las medidas que favorezcan su equilibrio físico y emocional.

Sin embargo, otros hacen lo que desean contrario a lo que les exigen porque son malcriados, es decir, están mal educados. Entonces, después de requerirlos varias veces pudiera usarse el castigo.

 

¿Qué se debe tener en cuenta para ello?

 

La edad del niño o niña. El castigo no debe utilizarse antes de los tres años. No lo entendería, no lo soportaría, por lo que no puede cumplirlo. ¿Para qué usarlo?

 

La duración del castigo debe estar en correspondencia con la edad, sus características  y la causa que lo provocó. Un preescolar no debe estar castigado por más de media hora. Nunca, aunque sea mayor, el tiempo sentado debe ser de horas, no es adecuado a la resistencia de su sistema nervioso y al cabo de un rato, se le puede olvidar por qué está en esa situación. He observado que muchos padres castigan a sus hijos por varios días sin ver la televisión, jugar o compartir con sus iguales. ¿Será efectivo? Reflexionen acerca de lo que abordé anteriormente.

 

El tipo de castigo debe relacionarse con la edad, las características del niño y la causa del mismo. Con frecuencia, no existe correspondencia entre la causa y el tipo de castigo.

Para que sea efectivo, además, de lo que he abordado, debe percibir que lo merecía y que es justo, que si los adultos tomaron esa decisión es porque lo quieren y desean que aprenda, si no, puede rebelarse y repetir la conducta no apropiada. Es necesario pensar muy bien cuándo se precisa un castigo, cuál es el adecuado.

 

Es importante, que la persona que imponga el castigo sea la que lo haga cesar. En muchas ocasiones, esto no ocurre y puede percibir que la exigencia se relaja y que los adultos no se respetan. Nunca, en su presencia, deben existir discrepancias acerca del castigo u otra decisión tomada al respecto, incluso, aunque lo que se determine sea incorrecto. Posteriormente, esto puede analizarse entre los adultos sin la presencia del afectado y tomar nuevas decisiones para las próximas circunstancias.

 

Siempre debe cumplirse el castigo. Es posible, que después de imponerlo, el adulto se percate que fue duro e injusto. Éste debe quitarlo después de transcurrido un tiempo corto.

 

Antes de continuar con otro aspecto, deseo abordar acerca de dos tipos de castigos: mandarlo a estudiar o mandarlo/a a la cama. Ninguno de ellos es conveniente. El estudio, hacer las tareas u otra actividad relacionada con el aprendizaje deben ser percibidas como agradables, importantes para conocer, crear habilidades, favorecer los resultados docentes y la formación de la personalidad. Si se utiliza como castigo, perderá su esencia y puede hacerles rechazo, incluso, propiciar dificultades en el aprendizaje.

 

El descansar y dormir en la cama deben ser percibidos como necesarios y agradables para su bienestar, recuperación y desarrollo adecuado tanto físico, como psíquico. Si se utiliza como castigo perderá también su esencia y puede hacerle rechazo, incluso, favorecer a la aparición de síntomas de alteración de la necesidad de sueño como pesadillas, insomnio y terror nocturno.

 

Las amenazas nunca deben utilizarse, sólo atemorizan. El respeto nunca debe basarse en el temor y sí sustentarse en el respeto, el amor y la admiración. Si se hace una amenaza bajo un estado emocional negativo, no obstante, ésta debe cumplirse. Con frecuencia observo a adultos que amenazan con castigar una y otra vez, sin embargo, no pasa nada. De esta forma nunca respetará las normas y la autoridad de los padres.

 

En muchas ocasiones, también observo, que los adultos lo castigan, le pegan y siguen regañándolo. Si lo castigan deben explicar el por qué y sólo velar porque se cumpla, lo demás, sobra, se sentirá maltratado.

 

Nunca acompañar esta decisión con rechazo, con palabras de desprecio como: “Ya no te quiero”, “No eres bueno”, “Nunca te portas bien”, “Eres insoportable” y otras.

 

Algunos padres amenazan, pelean, castigan y después se sienten culpables, tienen remordimientos y tratan de resolverlo con regalos. Cuidado, los comportamientos inadecuados no se deben premiar. El amor y sus demostraciones no deben faltar, pero no inmediatamente. La conducta de los padres debe ser normal, con naturalidad, deben continuar con sus tareas habituales. Hay niños y niñas que después de una medida tomada, preguntan si se les quiere, por supuesto que hay que responderles afirmativamente, pero que lo que es incorrecto, no se debe permitir.

 

Para finalizar este aspecto, deseo recalcar, que el castigo debe llevarse a cabo en el momento que ocurre la conducta no deseada porque si transcurre un tiempo, olvidar el hecho y lo percibe como injusto. Debo aclarar, que me refiero al cumplimiento del castigo y no al uso de la fuerza. Además, al imponerlo, el adulto no debe haber perdido el control de sus emociones porque si no, la probabilidad de equivocarse con su acción correctiva es elevada.

 

Al retomar la situación, encontramos la utilización de la promesa. Ante todo, debo enfatizar que no soy partidaria del uso de ésta, como comúnmente se utiliza, porque no se les debe acostumbrar a que sus conductas estén condicionadas a recibir algo a cambio. Desde pequeños deben aprender lo que es correcto o no y sus actos ser dirigidos por las normas que van interiorizando y nunca porque lo que hace esté predeterminado por el interés, por un premio prometido.

 

Este manejo parece inocuo en la niñez, mas con el tiempo se puede convertir en norma y desarrollar una personalidad cuya regulación esté propiciada por ganancias secundarias y no por autodeterminación.

 

Ahora bien, sólo en ocasiones, en circunstancias específicas podría el adulto hacer una promesa. Por ejemplo: se le negó hoy algo que deseaba y no podía ser, pero podía ocurrir en otro momento, entonces, el padre le dice “Que será el fin de semana”. Esa es una promesa posible, como ocurren otras que no dañan su educación. Lo que no debe suceder es que se incumpla. Si por alguna razón no se puede llevar a cabo, es necesario dar una explicación.

 

La promesa debe estar relacionada con la situación que la genere, la edad del niño o niña, sus características y las posibilidades de ser cumplida. Cuidado con las promesas, no abusar de ellas y siempre cumplirlas.

 

En la situación que presenté al inicio del tema. Si se negó el dulce deseado por una razón lógica, no debe prometerse darlo si se porta bien. En este caso no procede su uso.

 

Con frecuencia, observo promesas que serán cumplidas si se porta bien. El portarse bien conlleva a múltiples acciones, conductas a mediano o largo plazo. ¿El niño podrá hacerlo? ¿Existe correspondencia entre la exigencia y las posibilidades de satisfacerla? ¿Se es consecuente con él o ella?

 

Si se va a utilizar debe ser para una situación concreta.

 

Muy relacionado con la promesa está el premio, que puede ser la manifestación concreta de una promesa. Con éste se deben tener los mismos cuidados de los que reflexioné anteriormente, sin embargo, debo precisar cuatro recomendaciones:

No puedo terminar, sin abordar las comparaciones. Ellas son muy utilizadas por los adultos para conseguir determinado comportamiento en el pequeño. Por ejemplo: “Ese niño se porta bien y tú no”, “Ese niño no llora”, “Ese niño se está tranquilo y tú siempre estás corriendo”, “Tu hermano es estudioso y tú no, “Tu hermano es obediente y tú no”. En fin, son muchas las situaciones.

 

En mi opinión la comparación no es favorable para lograr resultados en la formación de los pequeños y pequeñas. Si se parte de que cada ser humano es muy singular, es decir, nadie es igual que él o ella, entonces, sus características que determinan sus conductas nunca pueden ser similares a las de otros, aunque sean del mismo sexo, de la misma edad, pertenezcan al mismo hogar, sean hermanos, e incluso, sean gemelos.

 

Reflexionemos, cuando se compara a una persona con otra, una sale ganando y otra perdiendo en la valoración de los resultados de la situación. Uno sale halagado y otro criticado. ¿Es justo? ¿Son iguales? ¿Los motivos que los regulan son los mismos? ¿Sus características son semejantes? No.

 

El niño halagado termina complacido, pero se puede correr el riesgo de que aprenda a creer que es mejor que los demás y favorecer a la formación de una autovaloración inadecuada de sobrevaloración. El criticado puede percibir que se es injusto, puede sentirse impotente ante una exigencia que no está en sus posibilidades cumplir, puede sentirse humillado, rechazado y hasta no querido.

 

Por supuesto, hay personas con cualidades morales que pueden ser ejemplo en determinadas circunstancias y se pueden resaltar como posibles ideales, pero sin establecer comparaciones ni menoscabar a nadie. Las características de uno, nunca son las de otro. Recuerden, cada persona es irrepetible.

 

Para resumir, la educación de los niños y niñas debe basarse en el amor, el respeto, la consistencia y consecuencia en la disciplina, la estimulación correcta del desarrollo en todos los sentidos y el establecimiento adecuado de normas de acuerdo con la edad del/la niño y niña, sus posibilidades, características y sus condiciones concretas de vida.

 

El castigo físico no es aconsejable por la agresividad que entraña y puede desencadenar. El regaño, el castigo, las promesas, los premios y las comparaciones, llamados métodos educativos deben utilizarse con cautela, sin abuso y llevarse a cabo en situaciones concretas de acuerdo con los resultados esperados con unidad de criterios de los adultos responsables de la educación.

 

Las comparaciones no son aconsejables porque pueden acarrear exigencias imposibles de cumplir, humillaciones e inadecuado manejo de la individualidad.

 

BIBLIOGRAFÍA

  1. Dayán Nahmad A. Cómo disciplino a mi hijo. [Documento en línea]. México. 2005. <http://www.cerebrito.com/disciplina.htm.>. [Consulta: 11 septiembre 2005].
  2. Manejo de la conducta en casa. [Documento en línea]. 2005. < http://www.aboutourkids.org/parent_letter/spanish_parent_letter_10_04.pdf.>. [Consulta: 11 septiembre 2005].
  3. El efecto de los castigos físicos. [Documento en línea]. 2005. http://www.quierete.com/efectos_de_los_castigos_el_los_peques.php.>. [Consulta: 15 septiembre 2005].
  4. Golpear o no golpear: he ahí el dilema. [Documento en línea]. 2005. [Consulta: 11 septiembre 2005].
  5. Nalgadas. [Documento en línea]. 2005.

Correspondencia: Lic. María Antonieta Rodríguez Arce. Departamento de Salud Pública. Dirección particular: Coliseo edificio 1 apartamento 2 / Narciso López y Morales Lemus, Holguín. Teléfono: 461819. E-mail: marian@cristal.hlg.sld.cu

Indice Anterior Siguiente