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Correo Científico Médico de Holguín 2004;8(4)

 

Trabajo revisión

 

Departamento de Salud Pública Facultad de Ciencias Médicas “Mariana Grajales Coello”. Holguín

 

Causas y manejo de la malcriadez.

 

Cause and managment of the impoliteness.

 

María Antonieta Rodríguez Arce.

 

Psicóloga. Profesora asistente. Departamento de Salud Pública. Facultad de Ciencias Médicas.

 

RESUMEN

 

La malcriadez es una de las alteraciones de conducta más frecuente en los niños que por lo tanto ocasiona mucha preocupación a los padres que no saben qué hacer ante ella y visitan a menudo a los psicólogos buscando orientación al respecto.

El niño malcriado se manifiesta con desobediencia, con poca tolerancia a las frustraciones, con perretas, rebeldía, malas palabras u otras conductas.

La malcriadez como su nombre lo indica es mala crianza, mala educación, es decir, que ningún niño nace malcriado, ello es producto a la incorrecta conducción de la educación del pequeño por parte de los adultos que son los responsables de la misma.

Se maneja este problema mostrando al niño cariño y respeto a su individualidad, a las características de su edad. Cuando los adultos establecen los límites de forma objetiva y los mantienen respetándose entre ellos, cuando los adultos prefieren el estímulo, la independencia, la seguridad, el elogio, la explicación oportuna y adecuada, la corrección de la conducta, el ejemplo de ellos mismos entre otras decisiones podrán enfrentarla con resultados satisfactorios.

 

Palabras clave: malcriadez.

 

ABSTRACT

 

The impoliteness is one of the more frequently alterations of behaviour in the children, that cause serious preoccupations to parents that don’t know how to face it, cause of it they must visit frequently a psychologist searching for orientations related.

The impolite child shows disobedience, poor tolerance to frustrations, bouts of crying, rebelliousness, nasty words and other behaviours.

The impoliteness as its name point out, is nothing but the inadequate upbringing of a child. None child born impolite, it’s just the result of the behaviour underlined.  

It is carried this problem showing to the child love and respect to his individuality ,and to the characteristics of his age.When adults establish the limits of objective form and keeping respect between them, when the adults prefer the stimulus , the independence and the security , the eulogy , the opportune and adequate explication, the correction of the behaviour , the example of themselves among other decisions will be able to face it with satisfactory results.

 

Kay word: impoliteness.

 

INTRODUCCIÓN

 

La malcriadez o malacrianza es una de las alteraciones de la conducta más frecuente en los niños y en ella están incluidas otras alteraciones de conducta. Constituye una de las preocupaciones que provoca más consultas a los psicólogos por parte de los padres y sin embargo, la bibliografía que existe al respecto es muy escasa.

 

El desconocimiento de los padres acerca de un manejo adecuado de la educación de sus hijos ocasiona problemas en el comportamiento de los mismos y en los padres desconcierto, inconformidad, preocupación y hasta culpabilidad.

 

Es una realidad que educar es una responsabilidad seria y difícil y llevarla a cabo es una urgencia social por las consecuencias que provoca en la formación y desarrollo de la personalidad. Por todo lo expuesto anteriormente me he sentido en la obligación de escribir este artículo.

 

Antes de comenzar a abordar la malacrianza pienso que sería fructífero exponer un caso típico del problema. Por supuesto, no todos los casos son así, hay casos menos complicados o que pueden exhibir otras combinaciones de comportamientos, pero su esencia es la misma en cuanto a causas y conductas fundamentales.

 

“Niño de 5 años que asiste a consulta llevado por sus padres “porque no pueden con él”, es agresivo, intranquilo, no obedece, se controla un poco cuando le pegan, no respeta a nadie en la casa, hace perretas y cuando se enfurece tira cosas  y dice malas palabras. En el círculo infantil es inquieto, desobediente y con poca tolerancia a las frustraciones, no acepta un “no”. Los padres son de nivel de escolaridad medio, el padre es chofer y la madre secretaria de una empresa de la construcción. Viven con los abuelos paternos. El sujeto es el único niño de la casa, le complacen sus gustos, aunque  son poco cariñosos y estimulantes con él, lo regañan frecuentemente. Los padres no tienen paciencia y le pegan para que obedezca. No se ponen de acuerdo en la educación del niño, los abuelos intervienen constantemente para protegerlo. Todos están preocupados por la conducta del niño y no saben qué hacer”.

 

DESARROLLO

 

La malcriadez se manifiesta con desobediencia, falta de respeto, poca tolerancia a las frustraciones que puede estar acompañada de intranquilidad, perretas, malas palabras, agresividad, dificultades en la atención, dificultades en el aprendizaje, dificultades en el sueño, en fin, desorden general.

 

Este comportamiento es muy molesto para los adultos que rodean al niño y está determinado por una inadecuada educación del mismo, que no nació bien o mal educado, sino que por desconocimiento de sus familiares cada cual hace lo que cree correcto y no se establecen normas y reglas de conducta estables y consecuentes con la edad del niño.

 

La educación de los niños es un proceso complejo, responsable y largo, no es cosa de un día o de comenzar “cuando el niño esté más grandecito”. La educación debe comenzar desde el día que nace.

 

¿Cuáles son las causas de la malcriadez o malacrianza?

 

Una causa muy frecuente, como citaba anteriormente, es el hecho de comenzar la educación del niño muy tarde pensando que todavía es pequeño para aprender. Entonces, cuando ya el niño es un malcriado es más difícil la reeducación.

 

Muchos padres llegan cansados del trabajo y desean tranquilidad en el hogar y además, complacer a sus hijos que no han visto durante el día, entonces, van cediendo a las peticiones de los pequeños sin poner los límites de los comportamientos adecuados.

 

Para analizar las causas de la malcriadez es necesario comenzar por las tres reglas más importantes en la educación y que su incumplimiento dará lugar de una forma u otra a esta conducta desordenada.

 

Para educar a un niño lo primero que debe ocurrir es quererlo, aceptarlo como es y comprenderlo. Los padres quieren a sus hijos pero no todos lo demuestran, no todos aceptan a sus hijos como son. Son muchos los que con su rigidez o con su sobreprotección hacen sentir a los pequeños como objetos del capricho de sus padres.

 

No se puede estar conforme con querer por querer, es importante demostrarlo. ¿Cómo? Aceptando al hijo como es. No, no hay contradicción. No es lo mismo enseñar al hijo, corregir sus conductas inadecuadas porque lo quieren y desean que aprenda, aceptando que son conductas propias de su desconocimiento, de su propio desarrollo; que querer a al hijo y dejar que haga lo que desee según se entienda sin poner los límites a su conducta o porque se le quiere restringir sus posibilidades sin poner los límites de acuerdo a su edad.

 

El comportamiento del niño es en gran medida determinado por la forma en que se le educa.

 

El querer debe basarse en el respeto. Si al niño por ser pequeño no se le considera una persona, no se le respeta, no se tienen en cuenta sus derechos tendrá motivos para oponerse a los adultos, se sentirá molesto y no se comportará correctamente.

 

El querer debe basarse en la demostración de ese cariño. El niño que no es estimulado correctamente, que no se valoran sus progresos, sus éxitos y que sólo las personas que lo rodean se percatan de sus errores y lo regañan constantemente, se conducirá de forma rebelde con aquellos que lo atacan o por el contrario, se conducirá de forma sumisa por la impotencia que siente ante aquellos que son mayores que él. Demostrar el cariño es estimular y enseñar todo lo que él necesita, pues está ávido de aprender de acuerdo a sus posibilidades y necesidades.

 

Otra regla importante en la educación de los niños es la consistencia en la misma. La  educación del niño es un proceso de socialización, donde él se apropia de toda la experiencia social, de lo que se debe y no se debe hacer, de lo que satisface o no sus necesidades. ¿Qué es ser consistente en la educación? Ella se refiere a que los adultos encargados de ésta se pongan de acuerdo en cómo la van a dirigir, dosificar y que además, se respeten entre ellos.

 

Cuando así no ocurre, la inconsistencia se convierte en una de las causas más frecuente de la malcriadez. Cada adulto exige a su manera y en el momento que crea necesario, muchas veces contradictoriamente en diferentes situaciones o ante la insistencia del pequeño, y lo peor, se oponen a los criterios y decisiones del otro delante del niño. Esto provoca una gran confusión en el pequeño. Si unos le permiten y otros no, si hoy le se dice que no y mañana que sí, si insiste y se cede, no sabrá qué hacer, se dificulta la apropiación que debe realizar de las normas sociales y su conducta se desordena. Por otra parte, si los adultos que lo educan no se respetan entre ellos es muy difícil que él aprenda a respetarlos.

 

La otra regla importante en la educación de los niños es la consecuencia en esa educación. ¿Qué es ser consecuente en la educación? Es enseñar y exigir al niño de acuerdo a sus características y posibilidades, de acuerdo a su edad y los progresos que haya tenido hasta ese momento y los que debe ir logrando.

 

Cuando así no ocurre, la inconsecuencia se convierte en otra de las causas más frecuente de la malcriadez. Los adultos exigen conductas no apropiadas a las posibilidades del niño. En ocasiones le exigen que tenga respuestas por encima de sus posibilidades. Por ejemplo: que esté sentado tranquilo mientras dure una visita de adultos, que cuide su ropa mientras juegue con otros niños, que no corra porque puede hacerse daño y otras.

Por el contrario, en otras ocasiones le limitan o le prohíben conductas que sí deben realizar y hasta son beneficiosas para su desarrollo. Por ejemplo: le dan la comida, lo visten y desvisten, le resuelven sus obstáculos sin dejar que lo intente, lo defienden ante una riña con otro niño y otras.

 

Estos inadecuados manejos de la educación generalmente están incluidos en situaciones familiares inadecuadas que por supuesto, dan lugar al desorden en la conducta del niño.

Existen fundamentalmente tres situaciones familiares inadecuadas: sobreprotección, rigidez y permisividad. No siempre son excluyentes, en muchas ocasiones están combinadas de acuerdo a las situaciones, criterios y características de los adultos.

 

La sobreprotección ocurre cuando la educación familiar se basa en la limitación de las actividades y posibilidades del niño por los familiares porque estos temen que al pequeño le suceda algo, es decir, que corra peligro. Este temor de los adultos provoca en los niños inseguridad, dependencia, timidez, irresponsabilidad, algunos niños se rebelan y otros son sumisos. Frecuentemente estas familias tienen un manejo inconsistente y siempre inconsecuente.

 

La rigidez ocurre cuando la educación familiar se basa en la limitación de las actividades y posibilidades del niño por los familiares porque estos temen perder la autoridad ante el niño y entonces, asumen exigencias inflexibles que no tienen en cuenta las características del pequeño. Este comportamiento de los adultos provoca en los niños inseguridad, timidez, inestabilidad emocional, muchos niños se rebelan y otros son sumisos. Frecuentemente, estas familias tienen un manejo inconsistente y siempre inconsecuente.

 

La permisividad ocurre cuando la educación familiar se basa en permitir al niño hacer lo que desee, no por respetar su individualidad, sino para evitar problemas con él o sencillamente porque hay menos problemas. Por supuesto, a la larga los adultos están en una gran complicación porque el niño hace lo que quiere sin límites, se le dificulta el ajuste a grupos y tiene baja tolerancia a las frustraciones. Evidentemente, estas familias tienen un manejo inconsistente e inconsecuente que limitará un adecuado proceso de socialización en el niño donde no aprenderá qué se puede y qué no se puede, qué debe y qué no debe.

 

Una de las causas también de la malacrianza es el inadecuado ejemplo de los adultos. El niño aprende más lo que ve, que lo que se le dice. Si decimos al pequeño que no debe decir mentiras, pero luego nos excusamos delante de él para no realizar alguna actividad con argumentos falsos que el niño sabe que no son ciertos, él no comprenderá si realmente es malo o no decir mentiras.

 

Si se critica al niño por ser agresivo y él observa que los adultos se gritan, se manotean, no se respetan e incluso son agresivos con él mismo, esto será una causa importante de su agresividad porque aprenderá que es la forma de enfrentar a las personas, de exigir sus derechos, de comunicarse.

 

Otra de las causas, es el inadecuado lenguaje que se utiliza con el niño, que en su esencia más bajo o más alto, más suave o más crudo es agresivo y que lleva mensajes negativos que refuerzan las conductas negativas, porque le llegan al niño como reproches, rechazos, no aceptación y generalmente, sin que el adulto haya hecho una valoración profunda de la situación y sus causas. Por ejemplo: “eres insoportable”, “eres un malcriado”, “eres un agresivo”, “siempre haces lo que quieres”, “si sigues así no te querré”, “no quiero un hijo así” y muchas otras que se oyen a diario.

 

Otra causa es el uso inadecuado de los premios y castigos. En ocasiones “compramos” a nuestros hijos “si te portas bien te compraré...” El niño debe comportarse de acuerdo a lo establecido socialmente porque “debe”, no para obtener algo. Conducir la educación de esta forma lleva al niño a que posteriormente use el chantaje para lograr lo que desea y el mensaje educativo es negativo. A veces se premia lo que no se ha ganado, se premia y premia y el niño sigue comportándose inadecuadamente. ¿Tiene necesidad de cambiar?

 

Con mucha frecuencia se abusa del regaño, por todo se regaña al niño incluso, por actos sin importancia sólo porque el adulto está molesto. Esto crea un ambiente desagradable y el niño se irrita, pudiéndose rebelar de diversas maneras, tomando un comportamiento sumiso o sencillamente indiferente, hace lo que quiere “le entra por un oído y le sale por otro”.

Voy a delimitar dos tipos fundamentales de castigo: el castigo que consiste en la limitación de una actividad que el niño desea hacer y el castigo físico.

 

El primero tiene con bastante frecuencia un uso incorrecto. De hecho se abusa de él. Se castiga a niños pequeños que no tienen madurez para soportarlo y saber qué es, por lo tanto, es inconsecuente. Se castiga por conductas que son propias de la edad o de las circunstancias en las que está inmerso el niño. Se castiga sin antes haberlo enseñado a cómo debe actuar y por qué. Se castiga por un tiempo prolongado e innecesario. Se castiga exigiendo conductas que pueden complicar la situación, por ejemplo: ir a la cama, sentarse a estudiar. Se castiga y no se cumple el castigo.

 

El segundo, nunca se debe usar.

 

Un aspecto que tiene relación con lo anteriormente planteado es el uso de las amenazas. Ellas en sí son incorrectas porque llevan el mensaje de un chantaje al niño, “si no haces esto, entonces, yo te haré...” y lo peor es que con frecuencia no se cumplen, entonces, el niño las oye y no le da importancia, al contrario, pueden incrementar su rebeldía. Ellas nunca deben utilizarse y si se usan deben cumplirse.

 

Con frecuencia se utiliza la comparación para tratar de corregir conductas negativas y lejos de ayudar, perjudica al niño. Reflexionemos.

 

Cada individuo es diferente a los otros, cada individuo es irrepetible, es una individualidad, por qué comparar entonces. Cada persona percibe, siente y enfrenta la realidad de manera distinta, la comparación puede provocar rebeldía, humillación, culpabilidad, desconcierto, minusvalía, en fin, respuestas no adecuadas. Cuando se compara a un niño o a una persona con otra, por ejemplo: “mira a ese niño como se está tranquilo”, “ese niño sí es bueno”, “ese niño no llora por gusto como tú” y otras comparaciones; se está dañando al pequeño comparado. Él no es el otro y le están pidiendo que se comporte como no le han enseñado y como no puede y no sabe hacer. Si el otro niño es el beneficiado en la comparación y lo oye, lo que ocurre con mucha frecuencia entre los hermanos, podrá sentirse superior y privilegiado, lo cual tampoco es saludable para éste.

 

La inadecuada organización de la vida del niño es otro problema a analizar. El no propiciar un horario de vida adecuado al niño de acuerdo a su edad, sus características y circunstancias en la que vive lo irritan e intensifican conductas incorrectas. Es muy importante partir de una organización de sus actividades, de sus comidas y de su sueño.

Con frecuencia los adultos no organizan previamente las actividades del niño y éste comienza a actuar como se le antoje y no siempre hace lo correcto a su edad o lo que desean los adultos. Por otra parte, el niño comienza a actuar y con anticipación no se precisan con él los límites que tiene, entonces, comienzan los regaños innecesarios, que pudieran haberse evitado si se le propicia un lugar de acuerdo a las condiciones para sus actividades y que no tenga peligros potenciales. Si se le colocan sus juguetes de forma sugerente para estimular sus actividades y más aún, si se favorece que se relacione con otros niños de una edad similar a la edad de él.

 

 Asimismo, la organización del sueño reparador es importante. En muchas ocasiones los niños duermen mucho la mañana para que la madre pueda hacer las tareas del hogar y esto limita su desarrollo porque actuando es que aprende y mientras está durmiendo no lo está haciendo. En otras, se viola el sueño del día de acuerdo a su edad porque no quiere dormir o duerme excesivamente la siesta o sueño diurno y después se duerme tarde en la noche, desorganizándose su vida.

 

¿Qué hacer con un niño malcriado?

 

Antes de exponer orientaciones al respecto, deseo recalcar que la educación del niño debe comenzar el día que nace y aunque pueda no ser perfecta se debe tratar de conducirla lo mejor posible porque en ello va la formación de la personalidad del pequeño. Recordar que es más fácil educar que reeducar. Por otra parte, si ya está malcriado por desconocimiento, se debe buscar ayuda técnica porque no es tarde para rectificar.

 

Hechas estas aclaraciones generales precisaré a continuación las orientaciones más importantes para manejar la malcriadez:

  1. Lo primero es conocer las causas que dan lugar a la malcriadez para comenzar la transformación de los criterios educativos incorrectos empleados hasta ese momento. Mientras más cuidadosos sean los padres en establecer los límites de su comportamiento será menor la necesidad de uso de regaños y castigos.
  2. Es más importante la calidad del tiempo que se dedica al niño que la cantidad. Muchos adultos alegan de que disponen de poco tiempo para estar con sus hijos y sin embargo, cuando están con ellos conversan poco, lo regañan mucho; juegan poco y le imponen conductas.
  3. Con este niño hay que ser muy paciente y cariñoso. Hay que aceptarlo como es e ir corrigiendo su comportamiento poco a poco. Si se pierde el autocontrol se le demuestra que no pueden con él y no se le da, un correcto ejemplo a imitar. Recordar que el ejemplo adecuado a través del comportamiento de los familiares es muy importante. Por ello, los padres deben controlar sus emociones porque es muy frecuente ante el enojo, las decisiones inadecuadas, castigos drásticos y palabras bruscas de los cuales se pueden después arrepentir y ya el daño está hecho.
  4. Hacer todo lo posible porque se sienta querido, si así ocurre asimilará mejor las normas ya que sentirá que lo que se hace es porque se le quiere y se desea lo mejor para él. Para que se sienta querido hay que darle muestras de cariño constantemente, hacerle sentir importante para los adultos que lo rodean, elogiar sus éxitos, estimularlo, jugar con él.
  5. Es imprescindible que los adultos se pongan de acuerdo en las exigencias con respecto al niño, qué le van a permitir y qué le van a prohibir para que la educación transcurra por un mismo camino, con normas, reglas y patrones de conducta bien establecidos. Los adultos aunque sean personas diferentes deben tener similar nivel de exigencia y no intervenir contradiciendo la decisión de otro respecto al niño. Esto no sólo limita el establecimiento de normas, sino además, provoca que el pequeño no respete a los adultos, que no se respetan entre ellos.
  6. Para establecer las normas y las exigencias al niño se deben tener en cuenta las características de su edad, sus propias características, sus intereses. No se debe permitir lo que por su edad y posibilidades no es adecuado y no se debe prohibir lo que él puede y necesita como parte de su formación y desarrollo.
  7. No abusar del regaño para que éste no pierda efectividad. Para evitar el regaño, sobre todo cuando el pequeño exhiba conductas de poca importancia es preferible desviar su atención hacia otra situación o actividad y dejar la corrección para aquellos comportamientos que realmente lo merezcan. El niño debe acostumbrarse desde pequeño a que se le siente y se le explique todo lo que se le señale o que él pregunte y que esto se realice a solas con él, respetando su integridad, así, no se sentirá humillado si lo regañan delante de otros. Respetándolo aprenderá a respetar. Es más útil usar acciones que regañar, es mejor decirle que puede salir a jugar después que recoja sus juguetes que regañarlo porque dejó los juguetes regados.
  8. No se debe abusar del castigo, sí sustituirse por una educación adecuada. Se debe recordar que el castigo limita algo que el pequeño desea hacer pero no le dice cómo debe comportarse. En un niño bien educado no es necesario usar el castigo. De ser necesaria su utilización siempre debe explicarse de acuerdo a la edad del castigado el por qué, es decir, la conducta que lo motivó. No debe emplearse antes de los 3 años de edad y por mucho tiempo (no más de 15 minutos). En la medida que aumenten los años puede aumentar el tiempo y el tipo de castigo. Éste debe usarse cuando se ha alertado en varias ocasiones acerca de una misma conducta y entonces se cambia la medida a tomar. Siempre que se proponga un castigo, éste debe cumplirse, ninguna otra persona debe intervenir. No se debe castigar proponiendo otras actividades que son necesarias para el niño, como: acostarse, estudiar y otras, porque después puede percibirlas de una manera inadecuada. Se puede privar de ver la televisión un día, de jugar con sus amigos, en fin, el castigo estará en dependencia de la edad, la causa y las características del niño.
  9. Se debe tener mucho cuidado con las promesas. La educación no debe basarse en las promesas porque se favorecería al chantaje de los adultos por los pequeños. Se puede prometer en momentos determinados bajo un compromiso del niño de lograr algo beneficioso para él y la familia y esto es sin abuso. Siempre que se promete debe cumplirse. El premio surge por un comportamiento que lo merezca, no por todo. Si se premia todo se puede dar lugar a personas muy interesadas y que usen el chantaje. Cuidado con premiar lo que no se ha ganado.
  10. Debe cuidarse especialmente los comentarios que se hacen acerca del niño, así como las palabras que se dirigen a él. El lenguaje que se utiliza respecto a su comportamiento puede favorecer su desarrollo psicológico si es estimulante, respetuoso y objetivo, por el contrario, puede perjudicarlo si es inadecuado, agresivo, irrespetuoso o sobrevalorado. La autovaloración del niño es una formación de la personalidad que en esa edad está en desarrollo y que en esa etapa de la vida está determinada por lo que oye decir de él a los demás. Entonces, las valoraciones que se hagan pueden favorecerlo o perjudicarlo porque refuerzan su comportamiento positivo o negativo.

     Las frases estimulantes le favorecerán, por ejemplo: “tú puedes”, “lo lograrás”.                      

     Es importante acentuar lo positivo, es decir, no reafirmar conductas  negativas y              sí reforzar las positivas, por ejemplo: no decir “no grites” es  mejor decir “habla en voz baja”.                                                                              

  1. La conducción de la educación debe basarse en las posibilidades y potencialidades del niño, por eso es preciso tener en cuenta sus gustos, sus éxitos. Al elogiar sus éxitos aunque sean mínimos él irá ganando confianza en sí mismo y tratará de ser cada vez mejor. Si el adulto sólo presta atención a sus errores o lo que él cree que son errores, el niño con seguridad se mostrará rebelde, inconforme, inestable, desobediente e inseguro.
  2. Hablar con objetividad. No decirle “pórtate bien”, “no mortifiques a mamá”. Para que el niño asimile lo que realmente se debe hacer hay que solicitarle conductas concretas como: “debes recoger los juguetes cuando termines de jugar”, “debes lavarte las manos antes de comer”, “debes hablar en voz baja”, “debes prestar tus juguetes a tus amigos” y otras. El “pórtate bien” es muy general y no sabrá qué se espera realmente de él.
  3. Dar opciones al niño acerca de cómo debe actuar. Por ejemplo: que pueda escoger la ropa que desea ponerse en el grupo de prendas que se usen para determinadas ocasiones, que pueda escoger si hace la tarea escolar cuando llegue de la escuela o después que termine de comer antes de acostase, que pueda escoger el momento de realizar una encomienda que se le haya dado si ella lo permite (lavar los zapatos, lavar los juguetes).
  4. Al señalar alguna dificultad no se le debe hacer al niño, sino a su comportamiento, así no se sentirá juzgado, culpado y sabrá cómo actuar correctamente.
  5. El adulto debe mantenerse al margen, no exigir una conducta que el pequeño puede interpretar como una imposición. Por ejemplo: no debe decirse “son las 8 de la noche, tienes que irte a la cama”, debe decirse “ya el reloj está marcando las 8 de la noche y te señala que debes dormir”. De esa forma no es una imposición del adulto es el reloj que lo indica.
  6. El adulto debe darle alternativas para que no perciba lo orientado como una imposición, para que se sienta respetado. Por ejemplo: “no te puedo dar una galleta antes de comer pero sí después que comas”, “no te puedo llevar hoy al parque porque espero una visita pero mañana iremos cuando salgas del círculo infantil”.
  7. Es importante involucrar al niño en las tareas del hogar para favorecer su sentido de pertenencia, de responsabilidad hacia sí mismo y los demás. De esta forma se sentirá útil y satisfecho de lo que hace y el adulto encontrará motivos para estimularlo y elogiarlo.
  8. El adulto no se debe enfrentar al conflicto, sino alejarse de él. Ante una falta de respeto del niño, el adulto no debe discutir en esos momentos con él, porque el estado emocional de ambos puede dar lugar a que el adulto no se comporte a la altura de su posición y que el niño se ponga más rebelde. En casos como éste el adulto debe decir que se irá a... y más tarde analizarán lo sucedido. Por supuesto, en dependencia de la edad del niño ese tiempo no debe dilatarse mucho porque al retomarlo el pequeño puede haberlo olvidado.
  9. El niño debe ser independiente, todo lo que él pueda realizar debe hacerlo solo y si la actividad es muy compleja para su edad debe contar con el apoyo y la guía del adulto pero no con su sustitución. De esta forma irá ganando seguridad en sí mismo y en sus padres.

 

He abordado el problema fundamental: la malcriadez y no he ofrecido orientaciones concretas acerca del manejo de otras manifestaciones que con frecuencia acompañan a esta alteración de la conducta del niño como son las perretas, las malas palabras y otras. La conducción de la educación de una forma adecuada también eliminará esas conductas, sin embargo, se pueden realizar manejos de las mismas que pueden ser objeto de análisis en otro artículo.

 

BIBLIIOGRAFÍA

 

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  2. Maradiaga HR. De angelito a niño problema.<htp://laprensa.com>. Consulta 29 de abril 2003.
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  4. Dobson J. La disciplina de los 4 a los 12 años. En: ¿Cómo criar a un niño de voluntad firme? Editorial Tyndale House Publishers. Biblioteca electrónica Caribe “Beca”, 2003.
  5. Guzmán Riveyro O. Al problema de engreimiento en la educación inicial. Universidad Nacional Federico Villarreal. <htp://cantuta.iespana.es>.
  6. González C. Bésame mucho. <htp://wwwlaopiniondigital.com>. Consulta 13 de diciembre del 2003.

Correspondencia: Lic. María Antonieta Rodríguez Arce. Coliseo Edificio 1 Apartamento 2 / Narciso López y Morales Lemus, Holguín. Teléfono 461819. Correo electrónico: marian@cristal.hlg.sld.cu

 

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